martes, 28 de diciembre de 2010

de Ulises, Roger, caer nunha poza e outras...

En los estantes de mi casa modelo Pin & Pon (así son), como en los de todas las casas donde tuve la suerte o desgracia de vivir lucen, ya bastante manoseados mis tres libritos de cabecera, la trilogía de Corfú de (quítense los sombreros, ganapanes!) el nunca bien ponderado Gerald Durrel.
Cuando era una niña pequeña me pasaba mucho tiempo entreteniendome solita. No tengo hermanos y donde yo vivía no había hordas de niños con los que echarme a las calles a socializar, así que no me quedaba otra que escapar del aburrimiento por mis propios medios al mismo tiempo que desarrollaba una sombra misantrópica que me acompañará - me temo- lo que me queda de vida. Los libros estaban ahí. Mi padre es un lector entregado y curioso y en mi casa corres el riesgo de morir por aplastamiento si osas abrir cualquier armario sin poner una mano como contrafuerte antes. Así, sin orden ni clasificación se apilan. Shanti Andía le pone la pierna encima a Juan Ramón y el Quijote le tira los trastos a Ofelia, antes de que le de el perrenque y se cimbre ventana abajo...
Como mi progenitora, con dudoso criterio, supuso que todo lo que pudiera leer me haría bien, o por lo menos, no me dañaría, aquí teneis a mi tierno yo atracandose de Guerra y Paz, Ana Karenina y la novela que escribió Sylvester Stallone (lo juro, existe y la tengo aún en casa), todo esto antes de hacer la primera comunión.
Y de aquellos polvos, estos lodos. En fin, mi papi, un poco más preocupado por mi selección bizarra, apareció una tarde en casa con mis amantes y amigos desde entonces. Fue amor a primera vista. Amor bueno y verdadero, que dura hasta el día de hoy y seguirá conmigo. Llevo estos libros en mi corazón, en parte porque es imposible leerlos y que te dejen impasible si tan solo se tiene una ínfima molécula de sensibilidad dentro; en mayor medida porque además de corromper mi mente infantil con los clásicos rusos y librobasuras pugilísticas, me pasé media infancia tirada panza abajo en el jardín espiando a las hormigas, ciempiés, caracoles abejas y demás bichería, imaginando lo que se dirían entre ellas y lo que harían al desaparecer de mi vista...
Tardes de verano, bajando sola a la ribera a mirar a los cangrejos , las anémonas y metida en las pozas que deja la marea baja, sin moverme ni un milímetro para no espantarlos. Horas y más horas observando las arañitas que vivían en las rosas que cuidaba, podaba, injertaba y a las que les hablaba a veces mi abuelo, las mariquitas pendencieras, poniéndome salamandras en la cabeza (pánico materno y ducha desinfectante)... eran mis amigos.
Así que tuve que amar estos libros y a la realidad semi-paralela que me abrieron.
Supongo que todos los habréis leído... pero hacedle un favorcito al Gerry que aún anda por ahí sembrando el pánico entre su familia y rescatadlos del olvido. Merece la pena. Da subidón, te ries de lo lindo y ye gratis... Qué más queréis, guarras????

3 comentarios:

  1. Qué bonitooooo!!! Ahora sé más que nunca que tú y yo sabemos que la lectura (no la literatura) está sobrevalorada.
    E por certo, xa me estás pasando o libro ese de Stallone.

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  2. o libro de Stallone rules, pava. Se titula "Paradise Alley" y te viene siendo la novelación de una peli que escribio el Stallone. Impagable.

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  3. ahora me explico muchas cosas sobre tu persona

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